“y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él”…
Lucas 10:14
Alfredo A. Calderón Cámara
Al escuchar en un programa de radio un duro cuestionamiento contra el Secretario de Salud, Luis Felipe Graham Zapata, el doctor Humberto Azuara Forcelledo y el Hospital de Alta Especialidad Juan Graham Casasus; la curiosidad movió y después de anotar nombre, santo y seña del quejoso, los espacios se abrieron a una investigación que diera el motivo de la querella; fue así, como se fue tras la verdad en dos vías: la del quejoso y la del nosocomio. Al buscar al quejoso, la realidad impuso la cara no conocida de la maquinación, el chanchullo y la confabulación, lo vecinos fueron claros ¡El quejumbroso tenía dos años de fallecido! En dicho domicilio ya no vivía ningún familiar, pues hacía meses que se habían cambiado; además, el agraviado nunca usaba los servicios del hospital Juan Graham porque era petrolero y tenía servicio médico por parte de la paraestatal. La evidencia no dejaba dudas, la protesta no era otra cosa que una vulgar artimaña, una treta producto de la ficción de los tiempos políticos, una celada para desinformar a la sociedad usando un inhumado, destruyendo con mentiras, el trabajo que cientos de trabajadores del Juan Graham realizan todos los días para edificar con las dificultades naturales de un estado que poco a poco se recupera tras haber sufrido 4 inundaciones.
Ahora bien, mirar de cerca las entrañas del Juan Graham, es darse cuenta que esos cientos de médicos, enfermeras, trabajadoras sociales y empleados que viven y dejan sus vidas día a día con su ejercicio laboral y con ello mueven toda la compleja organización sobre la cual descansa una parte muy importante del sistema estatal de salud no sólo de Tabasco, sino incluso del sureste de país. Fomentar la destrucción de una imagen cuando como hormigas todos están laborando con brío y pujanza, por el sólo hecho que los tiempos electorales obligan a lesionar la figura de un candidato, en este caso el Secretario de Salud, es usar toda la perversión para llevarse entre las patas: probidades, méritos y virtudes de cientos de médicos que esforzados atienden miles de demandas de atención en salud, mismas que son atendidas diariamente; es tratar de desgarrar el trabajo serio y dedicado del doctor Humberto Azuara Forcelledo, quien desempeña con eficacia las funciones apropiadas y muestra en el ejercicio diario que cuanto más intensa sea la fe en un ideal, mayor es la pasión que compele a levantar bandera; dirigir el Juan Graham, es llevar las bridas de un coloso de la medicina dedicado a la atención social, cumpliendo con el compromiso imprescindible de salvar vidas, satisfacción muy por encima de difamaciones e insidias como las que habían sido denunciadas y que resultaron falsas; habrá que comprender que no sólo Azuara y cientos de médicos luchan todos los días contra recortes de presupuesto e imponderables en su afán de satisfacer todas y cada una de las demandas de la gente que menos tienen.
La balanza para medir aciertos y chapucerías no vive de la justicia y menos guarda la equitativa dimensión, mientras las inexactitudes han sido exaltadas al máximo en la hoguera pública; mientras los triunfos alcanzados por naturaleza han eludido las adulaciones etéreas que nada tienen que ver con una verdad que mira cara a cara, todos los días, el dolor de los que menos tienen, esa gente que no huelen a perfumes caros, quienes trabajan todos los días con Azuara aunque conocen a fondo las debilidades del hospital, exhiben como doña Elizabeth Hidalgo, el incentivo de restaurar al enfermo, trabajando por compromiso y lealtad, no prestando oídos al embuste, por estar la mayor parte del tiempo, sanando las heridas…
EL SEPTIMO SELLO
Habrá que anotar que aunque cada sacudida en el presupuesto el Juan Graham sufre conmociones que terminan en dolorosa terapia, arrinconando cada posibilidad de arribar a mejores estadios, la atención, calidad y calidez no desmerecen…
LA SEPTIMA TROMPETA
Mientras sigue y se incentiva el fuego amigo ¿Los priistas esperan verdadera unidad?
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