“¿Por qué te jactas de maldad, oh poderoso?”…
Salmos 52:1
Alfredo A. Calderón Cámara
Una gran parte de los políticos tienen en la impostura, el fingimiento y la duplicidad el arte de amordazar la dignidad; con ellas, hacen enmudecer los escrúpulos de los hombres para cometer atrocidades y avasallar honras cuando por su misma debilidad y tendencia a la maldad, son incapaces de resistir la tentación y caen de bruces en percances tan malos como aquellos que la sociedad juzga con extrema dureza a los que están abajo; sin embargo, los políticos usan todos los recursos para no asumir su responsabilidad por actos inconcebibles y censurables, esa falta de coraje es el guano que fecundiza los temperamentos vulgares, permitiéndoles escudarse detrás del fuero constitucional mientras prosperan en la mentira; son pues, como esos árboles cuyas ramas son más frondosas cuando crecen a las orillas de las ciénagas.
En el Congreso del estado donde lleva las riendas José Carlos Ocaña Becerra, las evidencias revelan que desde el más alto jerarca hasta el más dúctil asalariado “el que no tiene dinga, tiene mandinga”; un incidente totalmente mezquino e innoble que laceró la honra de una dama se cobija y abriga bajo el amparo del poder para evitar pagar sus consecuencias: algo tan feo como el ignominioso abuso de un diputado contra la virtud y el pudor de una dama que aunque la impetración se encuentra presentada; la misma, paralítica, de hinojos y sin muletas por la modestia de la ofendida, carece de la fuerza para erguirse y caminar ante el poderío y la robustez del fuero constitucional, que impide, que hiela, todo noble germen de sublime acto de justicia. El paradigma de la Cámara instaura que los parlamentarios son la voz del pueblo, pero en tiempos en que unos y otros se agitan en el saca aceite electoral, la otra cara de un diputado rebajado por el artificio de vivir sin ensueño, ocultando sus intenciones y enmascarando sus sentimientos porque tiene la certidumbre íntima, aunque inconfesa, de que tal acto fue indigno, vergonzoso, nocivo para la sociedad a la cual va a salir a pedir en breve el voto y la confianza con una moral insolvente que resguarda siempre tras una simulación, la villanía no tardará en ser revelada.
La sub cultura del privilegio del fuero, esquiva todo frenesí de sus acciones al tiempo que en defensa escamotea vocablos ambiguos, alaba con reticencias ponzoñosas y afelpada suavidad al supremo que cuida sus espaldas. Mientras la congoja no se va de la dama, pues el recato le fue desgarrado, el diputado contumelioso cierra todas las rendijas de su espíritu por donde podría asomar desnuda su verdadera personalidad, sin el ropaje social de la apariencia. Así las cosas, José Carlos Ocaña como responsable de la gobernabilidad y del buen nombre del Parlamento, bien haría en buscar dentro de las vías de la privacidad, las veredas que entreguen una solución aceptable antes que tal infortunio rebase los límites de la confidencialidad y en la hoguera pública comience a quemarse la suntuosa y retórica moral de Tartufo, porque para desenmascarar tanta infamia del presunto, en estas horas en que atafagado por sus preceptos entiende mal esa aritmética que le permite disfrutar más tranquilamente los beneficios de lo que hoy encubre su inmoralidad y su impiedad: el fuero…
EL SEPTIMO SELLO
A raíz de los razonamientos de Andrés Granier sobre los tiempos de su Secretario de Salud, Luis Felipe Graham ha sabido usar esa sensación de vacío, silencio, inacción y aislamiento de los temas electorales, para seguir en su ejercicio y entregar los resultados esperados…
LA SEPTIMA TROMPETA
Agobiado por toda la parafernalia en que se encuentra inmerso por esa desesperada campaña que en la clandestinidad engorda en los municipios, Jesús Alí ha dejado correr las aguas bajo el puente, en tanto pocos dudan que se le pondrá la “carne de gallina” cuando las fotos de quien compartió los juveniles tiempos de estudiante hagan acto de presencia, pues como dijera el viejo Pablo “un pasado que causa vergüenza” ni en lo etéreo es bueno, menos como una imperecedera centella que con el fulgor de su chispazo haga brillar una portada…
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