Se le denomina a la última gran guerra. Esto será en el gran valle de Megido que está en medio de Palestina desde el Mar Mediterráneo hasta el río Jordán. Tiene 300 kilómetros de largo y 15 de ancho.
La gran batalla de Armagedón es la batalla final de la historia humana. Todos los ejércitos del mundo protegerán sus propios intereses, llegaran a Megido, se unirán formando un solo ejército que estará listos para exterminar a los judíos y obtener todo el petróleo de Medio Oriente. Aquí es cuando Jesucristo interviene y detiene la locura y la maldad de la humanidad.

lunes, 24 de enero de 2011

Sólo se fue antes…


Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
Juan 11:25


Alfredo A. Calderón Cámara
A menudo el sufrimiento deja sin esperanza al hombre, lo deja impotente cuando enfrenta una situación fatal como la muerte de un familiar, la separación por la muerte es tan final, tan irreversible, tan evocadora del ser perdido, que nadie puede evitar sumergirse en la evocación del pasado e idealizar la relación vivida; sin embargo, la muerte no solamente limita la vida, sino que la abarca, la impregna; no sólo la interrumpe sino la consume, no sólo la amenaza sino le da sentido. Cuestionar la muerte es infantil porque las respuestas halladas son incomprensibles, no estamos de acuerdo con ellas. Es un hecho que todos tenemos que morir; somos como agua que se derrama al suelo, que no se puede recoger; sin embargo, Dios no quita la vida a nadie, sino que pone los medios para que sus hijos no sigan alejados de Él.
El pasado sábado 22, la garra del sufrimiento desgarró el corazón de la familia Arias Sevilla, las más opuestas emociones: terror, fe, esperanza, desaliento y desesperación enseñaron a preguntar por qué, ese día en el municipio de Paraíso investigaciones judiciales dieron con los restos del hijo de la familia: Santiago Arias Sevilla, terminaba la angustia de 96 días de esperarlo regresar vivo y comenzaba la pesadilla de ver asesinado al hijo amado a manos de sus secuestradores, hacía muchos días que Santiago estaba mirando cara a cara a Jesús, ante el llamado impostergable del Creador
Triste muy triste es para Goyo Arias dolorosamente entender que la vida es una peregrinación hacia la muerte, desde el mismo nacimiento, día a día la muerte se está acercando. Amado Nervo fue certero al hilar su poema “El ver a tus muertos es de tal manera cercano e inevitable, que no debes alterar con la menor festinación las pocas horas de tu reposo. Ellos, con un concepto cabal del tiempo, cuyas barreras traspusieron de un solo ímpetu, también te aguardaran tranquilos. Tomaron únicamente uno de los trenes anteriores”.

No debería de haber reclamos al Creador, sino gratitud por haber dejado a Santiago tantos años con esta amorosa familia que tratara de entender que para que el hombre sea injertado en Dios, los injertos se hacen así: por las heridas, sucede como con las espinas: sufre más el que las pisa que el que las besa, pues Dios no tiene flechas de exterminio, sino llagas de amor. Y manos así –llagadas– no pueden herir, sino acariciar. Hay que aprender que el que se abraza con la cruz vive más alegre que el que la desecha, la cruz en el cuerpo atormenta, en el corazón da vida; donde quiera que esté Santiago, vive una realidad muy distinta, pues morir, para quien muere en Jesucristo, es saltar dentro del buque que transporta a las playas eternas; es dormirse entre los hombres y despertar entre ángeles.

Reclamar ¿A quién, para qué? ¿Quién conoce los planes de Dios? Débil es la inteligencia del hombre y falsas muchas veces sus reflexiones, basta saber que el cuerpo del hombre es como una vestidura: cuando es desgarrado con tanta vileza: el alma sólo lo abandona, habrá que entender que: asesinaron su cuerpo, pero su alma está viva y sólo se fue antes...

EL SEPTIMO SELLO
Aunque esta columna es política, con mucho respeto tomamos el espacio para unirnos a la pena que embarga a Goyo Arias y su familia, esperando que el consuelo, la paz de Dios y el bálsamo amoroso del Espíritu Santo logren mitigar tanto dolor...

LA SEPTIMA TROMPETA
Descanse en paz, Santiago Arias Sevilla…



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